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Posturas Historiográficas de la Independencia del Perú

Publicado: 2016-07-28

La celebración de la independencia del Perú es la fiesta más importante de la nación y llena de orgullo a todos los peruanos, quienes la mayoría creen que se logró gracias a la unidad de todos en la lucha contra los españoles. Sin embargo, la historia no es tan gloriosa ni tan simple como la gente cree. A pesar de que la coyuntura de independencia es el periodo más estudiado, cada vez surgen nuevas cosas por comprender. Desde el primer libro que se escribió sobre la Independencia del Perú hasta la actualidad, podemos distinguir 4 corrientes o posturas historiográficas que tratan de explicar este proceso, cuya diversidad de argumentos no entrarían en esta página. A continuación presentamos un resumen de las tesis más importantes de la Historiografía de la Independencia de Perú.

Postura tradicional: El nacionalismo peruano en la independencia

Por entonces, la figura de Túpac Amaru II se convirtió en el precursor que señaló el camino para llegar a la independencia, que lamentablemente fue frustrada en varias ocasiones hasta el arribo de José de San Martín. Con estos argumentos, las naciones multiétnicas del territorio peruano, por primera vez, tuvieron intereses homogéneos. Como señala Cristóbal Aljovín, este grupo de historiadores, tuvieron la convicción de que la sociedad peruana multiétnica estaba en vías de desaparición y que una sociedad mestiza sería la verdadera nación.[2]

Esta postura tuvo su mayor auge en las celebraciones por el 150° aniversario de la independencia nacional, cuando el gobierno de Juan Velasco Alvarado publicó la Colección Documental de la Independencia del Perú (más de 100 volúmenes de documentos históricos). Hoy día esta teoría historiográfica carece de sustento científico y casi nadie la respalda; sin embargo para los amantes de la literatura y la novela todavía sirve de inspiración.

2. Postura crítica: La independencia concedida

Tras la celebración de los 150 años de independencia, el Instituto de Estudios Peruanos encargó a Heraclio Bonilla la edición de un libro que reuniera y dieran una visión más reflexiva e insertara a Perú en el contexto latinoamericano. Del libro La Independencia en el Perú (1972) el artículo escrito por el mismo Bonilla en conjunto con Karen Spalding: “La Independencia en el Perú: Las Palabras y los hechos”, en rechazo a la historiografía oficial, generó una gran polémica que bajó la autoestima de los peruanos, alarmó los conservadores y dividió a los historiadores.

Según la tesis de Bonilla y Spalding, la emancipación de Perú fue traída “desde afuera” (importada) por los ejércitos de dos extranjeros (San Martín y Bolívar), siendo de esta manera “concedida” y no “obtenida”. Los autores argumentaron que no fue fruto del nacionalismo peruano porque la élite criolla apostaba por la continuidad del régimen colonial y las masas populares permanecieron indiferentes: indios, negros y mestizos lucharon indistintamente en las filas de los ejércitos patriotas y realistas. Esto tenía su explicación en que el Perú colonial no estuvo compuesto de “peruanos”. La sociedad colonial peruana fue altamente estratificada y diferenciada, y sus líneas de separación y de oposición fueron trazadas a partir de criterios económicos, raciales, culturales y legales. También se ataca la vinculación directa de Túpac Amaru II con la independencia nacional, puesto que se produjo cuatro décadas antes y fracasó. Además, la rebelión en vez de causar una propagación de la búsqueda de la emancipación, ocasionó la consolidación del orden colonial, dado que el gobierno llevó una represión brutal contra los insurgentes, y los criollos temieron apoyar a las masas populares por el peligro de querer atacar los fundamentos estamentales y de propiedad.[3]

Esta teoría tuvo sus defensores y detractores; sin embargo sólo ofreció una crítica a la historiografía tradicional y no otorgó innovadores aportes sobre el proceso independentista, inclusive fue acusada de parcial porque se centró en la perspectiva conservadora de la élite limeña, quienes respaldaron al régimen español; pero deja de lado las visiones que tenían las provincias en torno a querer buscar autonomía y romper con el dominio hispano.

3. Postura intermedia: Las luchas anticoloniales de las provincias

Mientras que Lima, como capital, la élite recibió los privilegios del dominio español; las provincias, especialmente del Sur, carecieron de los beneficios, por lo que su actitud respecto al Coloniaje fue cuestionado y así adoptaron actitudes radicales para acabar con la opresión existente.

Una visión descentralizada y remotamente anterior a 1821 nos presentó Scarlett O’Phelan, en su artículo: “El mito de la independencia concedida”, enfocada en el Bajo y Alto Perú, integrada dentro del circuito comercial Cuzco-Potosí. Así, desde 1730, el sur andino elaboró un nítido programa de movimientos anticoloniales que llegó a su apogeo en 1780 con la interpretación de la rebelión de Túpac Amaru II y en 1814 con la de los hermanos Angulo y Pumacahua, que abarcó casi medio virreinato peruano. En ambas luchas subversivas hubo participación de indígenas, afrodescendientes, mestizos, criollos e incluso peninsulares, quienes con una presunta “conciencia nacional” y “legitimidad” lucharon contra el régimen colonial, pero no tuvieron éxito. Entonces, la independencia que al final fue “concedida” no resultó de la falta de iniciativa por parte de los peruanos, puesto que desde las reformas borbónicas se buscaba una salida alternativa al despotismo ilustrado; pero fracasó por la carencia de un programa político más allá de las reivindicaciones inmediatas, cuyo encapsulamiento regional evitó extender sus fronteras sin visualizar la coyuntura que el continente experimentaba en ese momento.[4]

Anteriormente, Jorge Basadre, señaló que los movimientos anticoloniales anteriores a 1820, eran puros, autónomos, sin plan fijo, locales, que buscaron romper con el centralismo limeño y consolidar la autonomía regional. Dicho proceso se inició con el descontento entre criollos y españoles que fue tomando madurez a lo largo de las décadas, inspirándose en la independencia de los Estados Unidos (1776) y la revolución francesa (1789). Sin embargo, Perú no consiguió su independencia de forma autónoma porque fue causada por la «traición interna de la inferioridad de las tropas colectivas o bisoñas, frente a las tropas virreinales veteranas y bien armadas».[5]

Hasta la entonces, esta historiografía buscaba las explicaciones de la independencia de Perú en problemas internos y disminuía la importancia del contexto mundial y la cultura política emergente.

4. Postura global: La revolución cultural en la Independencia

Los estudios latinoamericanistas, que estudiaron la independencia de los países colonizados en forma global, otorgaron otras perspectivas a considerar en las causas y efectos de los movimientos emancipadores de cada país. El punto de partida comenzó con el inglés John Lynch[6] al indicar que las nuevas maneras de reconquista española con las reformas borbónicas en el siglo XVIII (incremento de impuestos y privilegio de los españoles europeos) propició una alienación de los criollos para formar una identidad propia, creando las condiciones para su independencia. Por su parte, el canadiense Timothy Anna argumentó el profundo fidelismo que los dirigentes de las colonias tenían al imperio español. Prueba de ello, hubiera sido lógico que Hispanoamérica hubiese conseguido su independencia entre 1808 y 1814, tiempo que duró la invasión francesa en España; pero, a pesar de que la monarquía no envió a su ejército, no se logró, puesto que existieron pugnas entre “leales” y “traidores”. Al retorno de Fernando VII (1814), con excepción de Río de la Plata (Argentina), se empezaron a restaurar las colonias americanas. Para este autor la independencia se podía evitar si España hubiere atendido los pedidos se sus colonias, quienes buscaban un trato similar a la península española.[7]

El aporte más significativo lo ofreció el hispano-francés François-Xavier Guerra en su libro Modernidad e Independencias (1992). Según el autor, la imagen tradicional de la monarquía era concebida como una familia, donde el rey era el “padre”; la “nación” fue la unión fraterna de todos los súbditos; y la religión era el alma de los principios éticos; pero que tuvo su caída cuando Napoleón Bonaparte invadió España y apresó a su rey. A partir de 1808, se abre en España una nueva cultura política en contra del despotismo y propugnará el respeto por la soberanía popular: Nace el liberalismo hispánico. Producto de ello se crea la primera Constitución Política de la Monarquía Española (1812), que insertaba al mundo hispano en un gobierno moderno (soberanía nacional, división de poderes, libertad de prensa, régimen representativo y derechos del hombre), poniendo fin al poder absoluto del rey y a los privilegios feudales. Las élites peninsulares, criollas, indígenas y mestizas, aplaudieron y celebraron la instauración de este tipo de gobierno, con expectativas de pasar de ser “colonias” a equipararse con España. Sin embargo, cuando el rey Fernando VII anuló la constitución, los patriotas usaron estos principios constitucionales para legitimar su separación del poder español.[8] Asimismo, el ecuatoriano Jaime E. Rodríguez sustentó la idea de una revolución cultural, en la cual los criollos españoles pasaron de una reforma liberal a una independencia definitiva al no conciliar con España:

«demandaron igualdad más que independencia. Buscaron la autonomía y no la separación de España. Sólo cuando, España rehusó concederles su demanda de autonomía, fue cuando la mayoría de los americanos optó por la Emancipación».[9]

En esta línea historiográfica, se encuentra el peruano Víctor Peralta Ruiz, quien en su libro La Independencia y la Cultura Política Peruana (2010), revela que el poder de la prensa y la retórica fidelista y anti-francesa, auspiciados por el virrey Abascal, fue una estrategia orientada a preservar la lealtad del rey entre la población. Pero los defectos de esta propaganda generaron una desconfianza que conllevó a un nuevo lenguaje político, promovido por el liberalismo hispánico, que rechazó la arbitrariedad del absolutismo y respaldó la soberanía de la nación mediante un parlamento. Así la reactivación de la Constitución liberal en 1820 convenció a algunos peruanos de considerar una monarquía constitucional mejor que una independencia inestable y anárquica.[10] Asimismo, los trabajos de Claudia Rosas Lauro y otros autores[11] explican que el rechazo de algunos sectores a la independencia fue causada por el miedo, pánico y desconcierto al incurrir en una anarquía, guerra civil y crisis económica (lo cual fue cierto).

Esta perspectiva que analiza la independencia desde la cultura política está vigente en la actualidad; pero aún falta mucho por estudiar, puesto que toma como ejemplos los casos de Lima y algunas provincias del centro y sur peruano, descuidando casi por completo la zona norte. En consecuencia, es necesario investigar las particularidades de cada provincia y diferenciar las posiciones que cada sector poblacional adoptó en dicha coyuntura. Es decir, hace falta una investigación desde “afuera hacia adentro” y desde “arriba hacia abajo”.

Citas:

[1] Puente Candamo, Agustín de la. Notas sobre la causa de la Independencia en el Perú. Lima: Villanueva, 1971.

[2] Aljovín de Lozada, Cristóbal. Caudillos y Constituciones. Perú: 1821-1845. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú – Fondo de Cultura Económica, 2000, p. 33.

[3] Bonilla, Heraclio y Karen Spalding. “La independencia en el Perú: las palabras y los hechos”. En La Independencia en el Perú. Lima: Instituto de Estudios Peruanos / Campodonico, 1972, pp. 15-64.

[4] O’Phelan Godoy, Scarlett. “El mito de la «independencia concedida»: Los programas políticos del siglo XVIII y del temprano XIX en el Perú y Alto Perú (1739-1814)”. En Flores Galindo, Alberto (comp.). Independencia y revolución (1780-1840). Tomo 2. Lima: Instituto Nacional de Cultura, 1987, pp. 145-199.

[5] Basadre Grohmann, Jorge. La multitud, la ciudad y el campo en la Historia del Perú. Lima: Huascarán, 1947, pp. 136-141.

[6] Lynch, John. Las Revoluciones Hispanoamericanas 1808-1850. Barcelona: Crítica, 1976.

[7] Anna, Timothy. España y la Independencia de América. México: Fondo de Cultura Económica, 1986.

[8] Guerra, François-Xavier. Modernidad e Independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas. Madrid: Mapfre, 1992.

[9] Rodríguez, Jaime. La independencia de la América española. México: Fondo de Cultura Económica, 2005, p. 27.

[10] Peralta Ruiz, Víctor. La independencia y la cultura política peruana (1808-1821). Lima: Instituto de Estudios Peruanos / Fundación M. J. Bustamante De la Fuente, 2010.

[11] Rosas Lauro, Claudio (ed.). El miedo en el Perú. Siglos XVI-XX. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú – Seminario Interdisciplinario de Estudios Andinos, 2005.


Escrito por

Juan Carlos Chávez Marquina

Historiador por la Universidad Nacional de Trujillo con estudios de Maestría en Gestión Cultural, Patrimonio y Turismo en la USMP


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Historia

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